España, líder en energía renovable, pero... ¿a qué precio?

Debido a las políticas integradas por el Plan Nacional Integrado de Clima y Energía (PNIEC) para el periodo de 2021 a 2030, España es uno de los países líderes mundiales en la generación de energía renovable. Al respecto, es preciso conocer lo que nos suponen las energías renovables en toda su amplitud, incluyendo el impacto económico, medioambiental y paisajístico.

El resultado en los últimos años es un espectacular crecimiento de la potencia instalada, tanto de energía solar como de eólica, que han hecho que, en 2023, por primera vez, la producción de energía renovable haya superado a la no renovable en España. En el caso de la energía solar, 2023 supuso, nada más y nada menos, la instalación de 5.500MW de capacidad de generación y en el caso de la eólica de casi 800MW. Esto es en principio algo positivo. Cada GWh que se pueda producir de fuentes renovables en España supone una reducción de la energía que se ha de adquirir del exterior. En 2023 la producción de energía solar fue de 42.026GWh que es casi el 80% de la producción total nuclear. En el caso de la eólica es todavía más espectacular pues su producción fue de 62.569GWh.

España ha favorecido en los últimos años unas fuentes de generación eléctrica, como la solar o la eólica, que están suponiendo un importante cambio en el panorama energético español al introducir progresivamente una cantidad mayor de potencia intermitente, descentralizada y de tipo aislado. Efectivamente eso es positivo para nuestro país y debemos insistir en ello. Ahora bien, se ha de explicar lo que supone este tipo de generación y sus implicaciones.

Mientras otras fuentes de energía son controlables, modulables y pueden ser ajustadas en función de la demanda existente, tanto la solar como la eólica dependen de unas condiciones climáticas. Realizar una planificación energética a partir de unas fuentes que están fuera del control implica por tanto un riesgo de carestía y precariedad.

Por otro lado, al contrario que las centrales eléctricas tradicionales, como las de carbón, gas o las nucleares, este tipo de generación tiene una densidad energética muy baja. Es decir, cada emplazamiento, a pesar de sus crecientes extensiones, tiene unas aportaciones mucho más modestas que las de una central clásica. Ello supone un problema adicional para el transporte de energía, ya que se precisan nuevas infraestructuras de transporte que hacen menos eficiente el suministro al conllevar una multiplicación de estos costes de transporte.

Hoy en día, debido a las limitaciones físicas de las líneas de alta tensión, existen muchos parques eólicos y huertos solares que tienen que verter su producción fuera de la red por imposibilidad del transporte, lo cual es en sí un fracaso. La compañía Red Eléctrica de España, denominada ya Redeia, se esmera en aparentar un cumplimiento de sus compromisos de inversión, pero la dura realidad es que el diseño de la red estaba concebido para una estructura nodal en donde los centros de producción estaban ubicados en lugares concretos. Con un aumento tan considerable de la generación distribuida es preciso aumentar el mallado de la red de alta tensión para evitar tanto las pérdidas de transporte como para poder evacuar esa energía producida.

Como se puede apreciar, a pesar de todos los planes del Gobierno, nadie pensó en que, si se aumentaba el 30% la potencia instalada de energía solar en un año, ello debería coordinarse y acompasarse con la evolución de la red y con unas mejores conexiones internacionales que favorezcan la evacuación de los excedentes de potencia a los vecinos o, si no, instalaciones de almacenamiento o donde se pueda transformar el exceso de energía en combustible (aquí es donde aparece el hidrógeno).

La realidad es que todo ello lleva mucho tiempo y construir líneas de alta tensión es siempre complejo y conlleva laboriosos estudios ambientales. Y es aquí donde aparece otra problemática de las energías solar y eólica: su impacto en el medio en el que se ubican y los criterios para instalarlas.

En resumen, si bien el crecimiento de las energías renovables representa un avance en la reducción de la dependencia energética, es fundamental abordar las implicaciones económicas, ambientales y sociales de manera integral.

Fuente: Fundación Disenso